La peor de las espontaneidades.

Aspirando a ser escritor, me di cuenta de que al momento de crear algo se necesita que se den muchas cosas al mismo tiempo y con un equilibrio mínimo.
Sé que hoy, a esta hora, no es el mejor momento.
Me estoy muriendo de sueño y no encuentro mis anteojos. Pero algo pesa ahí adentro y decidí prender la computadora y comenzar a teclear en silencio. Hace minutos, mientras volvía en el auto, me puse a pensar en la noche. Sí, esa que se extiende ahora por esta mitad del mundo. Me preguntaba si la oscuridad del cielo y las calles que se abrían tendrían algo que ver con este malestar que me produce la sensación de estar flotando en aguas turbias, donde nada se define, todo se confunde.
Muchas veces me toma por sorpresa aquél estado en que mis pensamientos se adormecen en un espiral gris sin rumbo. Es intenso, doloroso y fugaz.
(Qué difícil es explicar algo que ni siquiera entiendo del todo).
Pensamientos vergonzosos, ridículos pero terriblemente feroces devoran mi cabeza. Pensamientos peligrosos. Pensamientos que se encadenan unos con otros y se tiñen del mismo color.
Me habla alguien en el msn. ¿A esta hora?
Que ridícula comunicación. Puedo contestar o no.
Si, contesté. Fue como un recreo, pero ahora que abrí de nuevo esta página, todo volvió a sumergirse en lo mismo. Siempre es igual y estoy harto; siempre el mismo bombardeo, siempre el mismo dolor, siempre las mismas agujas. Estoy tratando de controlarlo, pero a veces la avalancha de aquello me supera y me arrastra hasta dejarme desparramado en la situación de no saber qué carajo hacer.
Dios, ya empeze con la primer mala palabra, eso significa que tengo que alejar los dedos del teclado urgentemente antes de que me mande cagadas. Así que con esta reflexión que resbala en la coherencia, me voy a la cama.


Deja un comentario